Qué pregunta, ¿no? Cuánta prepotencia y soberbia en algo tan breve… Muy pocas personas son capaces de hacerse esta pregunta, porque la mayoría directamente lo afirma…
¿Cuántas veces cuestionamos a otras personas? Quizá de forma inocente o incluso inconsciente, pero lo hacemos. A un vecino, a un conductor, a un peatón, a un ciclista… Sin saber nada de la vida de esas personas y solo por un acto concreto los enjuiciamos y sentenciamos.
¿Y los políticos? ¿Quién no ha criticado a un político? Todos lo hemos hecho, porque nos creemos mejores que ellos o ellas sean del color que sean. Sin embargo, no se nos ocurre meternos en su piel, ¿por qué será? Eso no pasa con los entrenadores de fútbol, cualquiera al que le guste ese deporte estaría dispuesto a ser entrenador-a de su equipo, desde uno pequeñito de barrio hasta el más grande de Champions. Por suerte para estos «entrenadores de sofá» su club nunca les permitirá llegar al ‘banquillo’, por lo que podrán sentirse superiores eternamente…
Los premios sirven para hacernos creer que efectivamente somos los mejores, eso cuando se gana, cuando no, se potencia el victimismo y la injusticia humana… Por cierto, ¿alguien sabe de algún premiado-a que haya rechazado el reconocimiento porque había otra persona que lo merecían más?
Igual ocurre con las ciudades o los países, ¿cuántas personas creen ser mejores porque viven en una ciudad y no en otra? ¿Cuántos países han invadido a otros simplemente porque se sentían mejores o incluso superiores?
Sí, definitivamente nadie se hace esa pregunta porque son mayoría los que conocen la respuesta.
Y en cuanto a mí diré que sí, algunas veces me he sentido mejor que los demás. He sentido que era capaz de hacer más cosas y de hacerlas mejor que otros… Sin embargo, la realidad y los años me han enseñado todo lo contrario. No soy mejor que nadie, nadie lo es. Habrá quienes sean mejores en algo, pero seguro que son peores en otras cosas, así es que, mejor quedarnos con la frase: nadie es mejor que tú, pero tampoco peor.
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